Aquí se puede.

Todo el mundo huye de algo. Monique no era la excepción. Había llegado a la Isla hace unas cuantas horas huyendo de la monotonía y del frío de su país natal; Finlandia. Necesitaba sentirse viva.

Monique era una joven de apenas 21 años. Su pálida piel y su figura esquelética le daban un aire casi fantasmagórico.

-“Pasa por acá bebé, no hagas fila”. Le dijo Morales, un viejo verde de la Aduana Americana en el aeropuerto. Aquella galantería del primer puertorriqueño en tener contacto con Monique la conmovió. “Eso jamás me pasaría en Helsinki. Nadie se fija en mí. Nadie se fija en nadie”. – Pensaba Monique con un dejo de tristeza mientras daba su primer paseo por la mítica Calle San Sebastián.

-“Pégame tu vicio, mami, el vicio de tu bocaaaaa”. Aquella bachata embriagante sacó a Monique de aquel marasmo y se sintió presa de un hechizo que la obligó a entrar a un legendario bar llamado “Aquí se puede”. El lugar estaba abarrotado de artistas, poetas, periqueros, hippies y uno que otro guaynabito trasnochado. Sus cuerpos se movían en una nube de pasto al ritmo de salsa gorda, merengue y bachatas rompe corazones. Aquél espacio era tan alucinante para Monique, acostumbrada a la sobriedad Finlandesa.

-“¿Pero qué están celebrando?” Preguntó tímidamente Monique con su español machacado a Manuel, un joven albañil negro, dotado de un cuerpo musculoso que había desarrollado debido a su duro trabajo y sus buenos genes. Manuel tenía una inteligencia innata que nunca pudo desarrollar por haber nacido en el lado equivocado de San Juan.

-“La vida mami”. Respondió Manuel con toda la picardía que había aprendido de las telenovelas brasileñas que transmitía el canal 6 por la tarde.  Aquella respuesta había desarmado a Monique. Había sonreído por primera vez en mucho tiempo.

¡Cúcalaaaaa, cúcalaaaaaaa! “ – La desgarradora voz de Celia Cruz estremeció el bar “Aquí se puede” y Manuel supo que era su momento.

“¿Quieres bailar?” – Le dijo Manuel extendiendo su gigantesco brazo. Monique colocó su manita  sobre la enorme mano de Manuel y se dejó llevar levitando hasta una esquina del bar.

Monique estaba extasiada, colocó sus lánguidos brazos alrededor del cuello de Manuel y reposó su cabeza en el pecho impregnado de perfume Drakkar Noir. Había encontrado la felicidad en una loseta. Por un momento se sintió viva.

“¡La pegué!” – Pensó Manuel mientras apretaba el frágil cuerpo de Monique. Al terminar la canción Manuel sacó su Iphone, abrazó a Monique y tomó una foto.

-“¡Esto va pal’ Facebook! “ Dijo Manuel mientras examinaba la foto.

-“¿Qué carajo es esto? “ Gritó Manuel al darse cuenta que Monique no aparecía en la foto.

-“Tranquilo. Los fantasmas también viajamos”.

Manuel soltó la manito fría de Monique y salió corriendo. Dicen que jamás volvieron a verlo por “Aquí se puede”.

7 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Fernando Varela dice:

    Carlos tu eres un genio.Me imagino que eventualmente publicaras tus Historias de una Camara para las personas que no tienen acceso a los blogs ni el internet.

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  2. V martinez dice:

    Me cautivo tu historia y me hizo reír .. me gustó 👍

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  3. Ivelisse dice:

    Espectacular!!!

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  4. Nora dice:

    Me encanto!

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  5. Mariana dice:

    Genial

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  6. Mariana dice:

    Genial

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  7. Mariana dice:

    Genial

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