Todos los días, después de dejar a mi hijo menor en su escuela, el GPS del café me lleva directito a La Ceiba, Altamira Bakery o a cualquier otra de las panaderías que hay cada diez calles. El café, para muchos de nosotros, es el motor que impulsa nuestro día. Sin él nos faltarían las fuerzas y caminaríamos sin mucha motivación hacia nuestros trabajos. El café nos despierta por dentro y por fuera…no sé que me haría sin me espresso negro, «cortito y fuerte» de todos las mañanas.
Pero el café no es solo esta maravillosa bebida que hemos convertido en un ritual sagrado diariamente. El café también provoca conversaciones donde no existían y convierte en amigos a los que no se conocen. Ese efecto secundario de ser feliz por un rato, sacarle punta y tirar a broma nuestros peores problemas, leer el periódico o comprarle 5 pesitos de lotería al billetero que está en la puerta, solo ocurre en ese sitio tan especial que llamamos «Panadería».


No importa en cual de las panaderías decida desayunar ese día, he descubierto que hay ciertas cosas que parecen ocurrir en todas por igual. La primera es que a diario concurre la misma gente, que se sienta en la misma silla y junto a los mismos amigos del día anterior. Es como un «club» exclusivo, lleno de personajes super cool. Algunos hablan de política, otros se ríen durísimo cuando menos te lo esperas, otros todavía no saben que inventaron los audífonos para su celular y uno que otro, con una mirada de esas de medio lado, va chequeando a los que entran para después chismear un poquito



La segunda es que muchos de los empleados y consumidores se conocen por sus nombres y son panas de verdad después de tantos años de verse todos los días. Hay veces que escucho a un empleado preguntar ¿lo mismo? y al cliente asentir con su cabeza sin tener que abrir la boca para contestar… done deal!
La tercera es que cada uno de estos lugares tiene su encanto además del café (por lo menos para mí). Si se trata de un buen caldo gallego para despertar a un muerto, voy pa’ aquella….si estoy buscando una buena frita cubana voy pa’ la otra, si lo que quiero son croquetas, pues primero decido si son de bacalao o de jamón…y si lo que quiero es darle un tour a mi estomago por 5 vitrinas gigantes repletas de azúcar….esta otra es la mejor!



Las panaderías me encantan por el café, el pan (por supuesto), la gente, las historias que escuchas y hasta por la luz que entra por sus ventanas enormes. Cada uno de estos lugares son parte de esa cultura «de la calle» que tanto nos gusta. Aquí hacemos amigos por un día mientras comentamos el juego de pelota que está en el monitor o la primera plana del periódico que alguien dejó sobre la mesa. Así somos 🙂
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© 2019 Carlos Rubín
Gracias por compartir.
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Viel Glück in Ihrem Blog, wie ich weiterhin regelmäßig zu folgen. Suzanna Solly Ardussi
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