Hay lugares que nunca se irán de tu cabeza ni de tu corazón. Son especiales por las experiencias que una vez te regalaron y tarde o temprano volverás a ellos para verlos una vez más.
Hoy salí para Aguirre porque quería hacer unas fotos allí, pero la lluvia no me dejó y decidí dar la vuelta. Pensé que regresaría a casa sin ninguna foto que me gustara…no tenía nada que retratar en medio de una lluvia torrencial y un cielo brumoso y oscuro.
Camino a casa cambié de rumbo sin razón alguna y como si mi carro estuviera poseído por algún piloto automático, me dirigí hacia University Gardens, la urbanización donde viví por muchos años desde que era un niño muy pequeño.
Sin entender el ataque de nostalgia que me había dado, pasé primero por la calle Georgetown, para ver la segunda casa donde viví y donde mi mamá falleció. Luego por la Howard, donde vivimos por primera vez. Entonces al llegar a la esquina me encontré con el «parquecito».

En los sesenta esto era como tener mi propio «Choliseo». Podíamos hacer las Olmpiadas aquí si hubiésemos querido y nos hubiera sobrado parque todavía. Aquí jugábamos pelota, futbol americano, hacíamos competencias de pista y campo y hasta peleas de boxeo con guantes inmensos de 16 onzas. También estacionábamos nuestras flamantes bicicletas en fila india como si fuéramos un club de Harley Davidson.
En este parque mi espalda tropezó con un panal de avispas mientras buscaba un foul que cayó en el pastizal, un vecino me persiguió por romperle una ventana con la bola, un «chango» me hizo un roto en la cabeza y Carmelo me tumbó la bici nueva, aunque me la devolvió media hora más tarde.
Este era el «parquecito» de todas las tardes, el punto de encuentro de más de una veintena de amigos en la época donde las urbanizaciones no tenían guardias ni portones y mi papá tenía que recorrer todas las calles en su tremendo Oldsmobile Delta 88, búscandome para que me fuera para la casa antes de que cayera la noche.
Hoy me encontré con el «parquecito»de nuevo…lleno de chorreras y columpios oxidados que jamás existieron en mi época, ahogado en la maleza y el abandono de quienes piensan que ya no tiene ningún valor…que pena.
Recorriéndolo una vez más, escuché las voces de Manolo, Jose, Richie, Robert, Alvin, Arnold, Billy, Ralphie, Eduardo, Arturo, Jose Enrique, Hugo, Junior ,Tuto, Luis, Andrés, Riguito, Wally, Federico, Beatriz, Darel, Beverly, Jaime, Carlos, Pito, Denisse, Fernandito y sabe Dios de cuantos más…