Estoy a punto de acostarme y siento que la puerta de mi cuarto que da para un balconcito la están tratando de forzar. Lo primero que me viene a la mente es proteger a mis hijos y le grito a mi esposa que los busque en lo que trato de aguantar la puerta con mis dos manos. De momento….¡boom!…se escucha una gran explosión y un par de segundos después la puerta parece que va a ser derribada por un elefante.

Algo grande ha pasado. Estoy casi seguro que un avión se ha estrellado a un par de calles de mi casa. Bajo las escaleras y una bola de fuego parpadea en la calle sin parar. Dos de las puertas de la sala se han salido de sus marcos y escucho a los vecinos de la calle hablar todos a la vez.

Salgo de mi casa, me monto en el carro y  me voy sin saber bien a donde ya que creo que el fuego es tan cerca que podemos quedar atrapados. Quiero estar seguro de que podremos salir de allí si es necesario. Algunos de mis vecinos han perdido sus «sliding doors»de cristal. Nadie tiene una idea clara de lo que ha pasado.

Mientras más me alejo por la Ramírez de Arellano más se aleja el fuego también. No, la cosa no ha ocurrido cerca de casa, pero es tan grande que da la impresión de que ocurrió todo allí, en mi propia calle.

La noche del 23 de octubre de 2009, a a las 12:23 de la madrugada explotó CAPECO (Caribbean Petroleum Corporation), donde se procesaba el 10% de toda la gasolina que se consumía en Puerto Rico, ocasionando un gran incendio. El mismo destruyó 21 tanques y unos 150 bomberos tuvieron que darse a la tarea de apagarlo.

Esta foto la tomé la mañana siguiente desde el Paseo de la Princesa en el Viejo San Juan. Temprano en la mañana tenía una reunión en las oficinas del Departamento de Turismo y cuando me bajé del carro todo estaba ardiendo todavía.

Esta foto me encanta porque a la persona sentada en el muelle no parece importarle mucho lo que está pasando al otro lado. Esta sentado ahí…tranquilo…»business as usual».