Cuando andas con una cámara todo el tiempo y no conviertes en un evento apoteósico cada foto que tiras, tus hijos se empiezan a olvidar de que la cámara existe y es ahí cuando empiezas a ver las mejores imágenes de sus vidas. Fotos que no solo documentan un momento específico, pero que cuentan una historia. 

Mis hijos fueron (y son) mi proyecto de fotografía más importante. Claro, ahora que son adolescentes es mucho más difícil pasar inadvertido y si estoy usando la cámara de mi iPhone peor, porque saben que están a un par de «clicks» de que los vea todo el mundo.

Cuando miro las fotos que a través de los años les he tomado, pienso que las mejores son las que me cuentan no solo como se veían en ese momento, sino lo que sentían. Capturar una emoción espontánea y genuina es un reto a la paciencia de cualquier fotógrafo, un ejercicio donde observar por largo tiempo y tener la habilidad de anticipar el momento es super importante para lograr la imagen que uno quiere.

El famoso «momento decisivo» descrito muchas veces por el fotógrafo francés Henri Cartier Bresson, se define como esa fotografía espontánea tomada en el momento preciso que define o ilustra la historia o acción…ni un segundo antes ni un segundo después.

Como muchas otras personas que descubren la fotografía, particularmente la fotografía callejera, Bresson fue mi punto de partida y su trabajo mi mayor inspiración y motivación para salir a la calle a tirar fotos todos los días. Con su pequeña Leica 35mm en la mano y su gran habilidad para pasar inadvertido, este hombre se convertía casi en un ser invisible capaz de crear las fotografías más grandiosas de los momentos más pequeños de la vida.

El nacimiento de mi hija y el nacimiento de mi interés por la fotografía coincidieron en el tiempo a mi favor. Hacía ya un par de años que por mi cabeza pasaba la idea de hacer algunas fotos. Mi papá había fallecido en esa época y limpiando y recogiendo las cosas de su casa me topé con tres cajas repletas de fotografías de toda mi familia en Cuba. Muchas de estas fotos que encontré estaban en perfecto estado, la mayoría de ellas en blanco y negro e impresas en papel de fibra.

A través de estas fotografías descubrí unos padres distintos a los que tenía todos los días. Unos que les encantaba socializar en fiestas, cantar, tocar el piano y hasta grabar discos. También descubrí una vida que tuve con mi hermano de la que no tenía ningún recuerdo hasta ver las fotos. Ambos jugando, corriendo velocípedo o abriendo regalos de Navidad junto a la chimenea de nuestra casa en «La Víbora».

Con el tiempo, me fue interesando más el trabajo fotográfico a color y otros fotógrafos fueron expandiendo mi lista de nombres necesarios a la hora de contar con inspiración y motivación para seguir tomando fotos. Entre ellos pudiera nombrar a Alex Webb, Constantine Manos, William Eggleston, Stephen Shore,  Joel Meyerovitz y David Alan Harvey entre otros. Todos ellos, cada uno en su estilo, transformando en grandes imágenes muchas cosas y momentos que a veces pasamos por desapercibidos.

Si te gusta la fotografía no tienes que comprarte un pasaje al otro extremo del mundo para tirar algo interesante. Las mejores fotos están cerca de ti, en esos sitios que ya conoces, en esa cultura a la que perteneces. Las historias más interesantes probablemente están tan cerca como en el patio de tu casa y si tienes hijos pequeños como eran los míos hace unos años, tienes en tus manos el «long term project» más hermoso que te puedas imaginar…así que empieza hoy mismo a contar tu historia.